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COLUMNA Mixar López/El arte es un acto de disidencia

La artista mexicana Renata Petersen estudió licenciatura en artes plásticas y visuales en la Escuela Nacional de Pintura, Escultura y Grabado “La Esmeralda”, en el Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA), de la Ciudad de México.

Renata Petersen (Guadalajara, 1993) estudió licenciatura en artes plásticas y visuales en la Escuela Nacional de Pintura, Escultura y Grabado “La Esmeralda”, en el Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA), de la Ciudad de México. Sus exposiciones individuales y colectivas han sido visitadas en el MUSA (Museo de las Artes de la Universidad de Guadalajara); Salón ACME, Ex Teresa Arte Actual, Museo del Palacio de Bellas Artes y Museo de Cancillería (Ciudad de México).

En su obra convergen intensas reminiscencias de la infancia, como el peregrinaje con su madre –una respetada y afamada antropóloga– por diversas zonas del país, realizando estudios de campo, desde rituales de lo más new age hasta los cíclicos nacimientos de la Yemayá (“la reina del amor por excelencia”, inserte aquí sus carcajadas). Sus reflectores artísticos se concentran en la clandestinidad de las sectas, las referencias a la música punk, Kim Gordon, la cultura gráfica popular, los cómics cristianos, la pornografía, la telebasura y las teorías de conspiración, bajo tótems como Mike Kelley, Sarah Lucas y Raymond Pettibon, mediante técnicas como la cerámica y el soplado de vidrio.

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Les aseguro: no ha habido ningún arte todavía. El arte acaba de comenzar con Renata Petersen.

¿Cuáles son los recuerdos de tu niñez que más permean en tu obra?

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Principalmente, las conversaciones que sucedían en mi casa, y acompañar a mi mamá en sus trabajos de campo y en sus viajes. Mi mamá es antropóloga especializada en estudios religiosos, entonces desde que yo era niña la acompañaba en todos sus estudios de campo, desde rituales new age en el Ixtepete, un nacimiento de la Yemayá o hasta terminé danzando conchero por tres o cuatro años. Los estudios de mi mamá y mi involucramiento cercano a ellos, permean de manera constante mis piezas. También como fui hija única, me tocaba convivir mucho con intelectuales desde niña; mi papá es escritor y periodista, así que me tocó ser una espía o escuchar muchas conversaciones en mi casa, que luego dieron pie a piezas de cerámica, como el jarrón del Yunque.

Sus exposiciones individuales y colectivas han sido visitadas en el MUSA (Museo de las Artes de la Universidad de Guadalajara); Salón ACME, Ex Teresa Arte Actual, Museo del Palacio de Bellas Artes y Museo de Cancillería (Ciudad de México).

¿Cuándo fue la primera vez que rompiste un plato?

Yo nunca he roto un plato (risas).

¿La primera vez que escuchaste a Pixies, y qué sentiste?

Probablemente como a los once, doce años y la canción de “Where is my mind”, que solía salir en películas y programas de tele. Me acuerdo que la bajé en Limewire, y el resto fue historia. Se volvieron una especie de compañía, los reproducía en loop, y tengo asociados recuerdos con casi todas las canciones de los Pixies.

¿Cómo es ser hija del periodista Diego Petersen, autor de ‘Malasangre’ (2019)?

Ha sido mi único papá, no tengo punto de comparación; pero habiendo dicho eso, me siento muy afortunada de ser su hija. Mi papá tiene una memoria de miedo, y es un gran conversador, así que platicar con él con un par de guiskis, como él les llama, es una de mis actividades preferidas. Tiene un excelente sentido del humor y es una persona muy sensata.

¿Cómo nace dogmáticamente ‘Glory Days’ (Arterea GDL MX, 2017) y cuál es su referente?

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Esa pieza nació de un chiste con mi papá, donde le comentábamos que la diferencia entre un acumulador o un hoarder y un artista contemporáneo, se media con el éxito. Este chiste salió cuando visitó mi apartamento en Ciudad de México y vio que yo lavaba las latas de atún y las guardaba para luego utilizarlas como ceniceros, contenedores de pintura o recipientes de basura de lápiz. La pieza es una especie de altar a los días de gloria que fueron los universitarios, en los cuales por facilidad, eficacia y disponibilidad, mi fuente de proteína principal eran las latas de atún. La pieza consta de 220 latas de atún hechas en porcelana con tenedores y bachas de cigarro también hechas de porcelana, acomodadas a forma de scatter piece con luces rojas de neón.

El artista quiere escribir su mentira y produce su verdad, decía Ramón Gómez de la Serna (1888-1963), ¿cuál es la verdad de Renata Petersen?

Grande Ramón Gómez de la Serna, no sé, supongo que de repente uno también interioriza la ficción que uno mismo construye, y la línea entre la verdad y la mentira constantemente se van uniendo. Me cuesta trabajo saber cuál es mi verdad particular, porque muchas veces está mediada por mentiras que yo misma me creo.

En su obra convergen intensas reminiscencias de la infancia.

¿Hacer arte es un acto de supervivencia?

Creo que es de las pocas cosas que sé hacer bien y que las hago con gusto, no creo que podría hacer otra cosa que no fuera esto, para ser completamente honesta. Entonces sí, sí creo que es un acto de supervivencia y también de disidencia.

¿Son importantes los premios, las becas y las distinciones para un artista?

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Sí lo son, aunque yo no tengo que digas muchos.

¿Todos los espectadores de arte somos niños de diez años?

Los creadores de arte somos adolescentes de diecisiete años (risas).

¿Llega un momento en que aspiramos a crear algo peor?

Si “peor” en el sentido profundo funciona mejor para decir lo que tengas que decir, entonces sin duda, hay que aspirar a hacer algo peor.

¿De qué manera el arte –como oficio útil–, ayuda a las personas?

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Pues no creo que en realidad ayude a nadie. Yo creo que el arte como oficio o como concepto en realidad no ayuda en nada, porque creo que en el momento en el que el arte tiene una función específica o de utilidad pierde su libertad creativa y se vuelve moralizador.

Sus exposiciones individuales y colectivas han sido visitadas en el MUSA (Museo de las Artes de la Universidad de Guadalajara); Salón ACME, Ex Teresa Arte Actual, Museo del Palacio de Bellas Artes y Museo de Cancillería (Ciudad de México).

¿Si es que hay un hilo conductor entre todas tus exposiciones individuales, cuál sería?

Tal vez el trabajo, conceptualmente no veo un hilo entre mi primera exposición y mi última exposición individual, pero lo que sí veo es una cantidad de trabajo y horas de chamba significativas.

¿Es Renata Petersen una artista espiritual?

No tanto.

¿Cómo es el mundo underground del arte contemporáneo en Guadalajara?

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Divertido, rico, y cada vez menos underground y cada vez más mainstream.

“Odio la idea de las drogas buenas y las drogas malas. No hay drogas buenas y malas. Hay un químico que no es bueno ni malo, sólo existe, existe porque lo creamos por medio de la naturaleza”, es una cita de la serie ‘The Midnight Gospel’ (2020) de Joe Wong. ¿Cuál es tu posición frente a las drogas?

Me es complicado tener una postura frente a las drogas, en general, dado que en México tiene implicaciones políticas y sociales muy fuertes. Estoy de acuerdo con la frase anteriormente mencionada, las drogas no son buenas ni malas, depende como te caigan también, pero no es lo mismo hablar de drogas en Suiza que hablar de drogas en un país dominado por el narcotráfico. Creo que hay mucho por hacer y avanzar referente a este tema, pero en México ahorita está de la chingada.

¿Cómo llegaste a la Academia D’Arte Firenze en Florencia, Italia?

Pagando, no tiene mucho mérito entrar; sin embargo, La Esmeralda si fue una educación de más prestigio.

Ruskin solía decir que la escultura no consiste en el simple labrado de la forma de una cosa, sino el labrado de su efecto. ¿Cuáles son los efectos que Renata Petersen quería alcanzar con esa técnica?

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Creo que la intención escultórica cambia según las necesidades de la pieza que esté construyendo en ese momento.

¿Qué es lo que más disfrutas de estar en Casa Wabi?

Haber hecho buenas amistades.

El punk, el albur y el jarrito de Tlaquepaque –como dijo Jis en La Chora– convergen en tu nueva propuesta con la cerámica; háblame de esta serie.

Tengo varias series de cerámica, platos, murales, jarrones y esculturas. Pero pensando que estamos hablando de los jarrones para mí son una superficie que me remite a los griegos y a una tradición antiquísima de contar historias a través de las vasijas. Son un reciente de narrativas y tradiciones. Tengo muchos jarrones con imágenes de sectas, cultura basura, referencias punk, textos y guiños a la cultura gráfica popular, donde se van alimentando semióticamente, existiendo en la misma superficie.

‘Suro’ es una fábrica de cerámica utilitaria en Guadalajara, donde los artistas experimentan con las distintas posibilidades de este material. ¿Cómo es tu relación con esta empresa y con José Noé Suro?

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Pues es de las personas que más admiro y respeto. José Noé es un patrón de las artes y ha apoyado carreras y producciones de artistas a ojos cerrados. Su fábrica es una especie de meca de la cerámica en donde ayudan a artistas a concretar lo que en muchos lugares se pensaría como imposible o no lograble. He conocido a artistas de talla mundial que vienen a trabajar a la fábrica de Suro en Guadalajara. Es una fortuna poder estar ahí y compartir espacio con tanta gente creativa, es una especie de embajada artística.

¿Cuál es el referente tapatío de la “nalguita de artista consumado”?

Es un chiste sobre los groupies de los artistas, hombres y mujeres, es todo un gremio de gente que brinca de artista famoso en artista famoso.

Sus exposiciones individuales y colectivas han sido visitadas en el MUSA (Museo de las Artes de la Universidad de Guadalajara); Salón ACME, Ex Teresa Arte Actual, Museo del Palacio de Bellas Artes y Museo de Cancillería (Ciudad de México).

¿Cómo es tu estancia en ‘Estudio Hospital’, en el barrio de Santa Tere en Guadalajara, al lado de grandes artistas como Cristian Franco y Bruno Gruppalli?

Fue buena, porque Cristian es un gran amigo y un excelente artista, compartir espacio con él y con el resto fue muy nutritivo para mí. Ahora ya tengo casi año y medio con mi propio estudio en la colonia Tepeyac.

¿Qué le otorga la ideología y el sonido Punk a tu obra?

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Probablemente el tono burlón y irreverente con el que me expreso.

¿Por qué esa gran obsesión por la Historia del Arte y Piero della Francesca?

Quizá se me pegó de mi mamá ese gusto por conocer y reconocerse uno también como parte de la historia. Al final el concepto que nosotros conocemos de arte, ósea el occidental, empezó en el renacimiento entonces no está de más conocerlo.

¿Qué pasó con Bacon y tu correlación con la pintura?

Pasó que me encanta y es uno de mis artistas preferidos, pero todavía no regreso completamente a la pintura, la historia de la pintura es muy compleja, y me pesa la historia de esta. Siempre me siento minúscula frente a la historia de la pintura, así que por el momento está on hold.

Háblame de esa pepena cultural que haces en tu trabajo.

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En gran parte mi trabajo en efecto es de pepenadora cultural. La mitad de mi trabajo es la investigación y meterme a la Deep web de las referencias. Agarro referencias de comics cristianos, de propaganda nueva y vieja, de comics eróticos, de teorías de conspiración, de programas de televisión, de música etc., para tratar de concretar piezas atando cabos entre estas.

¿En qué estás trabajando ahora?

Ahorita estoy haciendo unas maquetas de casas modernistas icónicas pero transformándolas en casa de muñecas. También estoy preparando mi próxima exposición que es una dupla con Martín Soto Climent. Esta será en junio en un espacio llamado Lighthaus en Zurich.

-Mixar López es un periodista mexicano colaborador de Chicago Tribune en Español y lo pueden seguir en @nomenclatura


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